Mujer, yo hubiera sido tu hijo,
por beberte la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado
y tenerte en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas
como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser
pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa
-limpio de todo mal-.
Cómo sabría amarte,
mujer, cómo sabría amarte,
amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía amarte más.
Y todavía amarte
más y más.
Autor: Pablo Neruda
viernes, 6 de febrero de 2009
Amor
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