Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes, y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar con las grandes olas,
y las rocas muertas y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos y la boca muda,
dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire, el hombre más bello, no desear amar...
Perder la mirada, distraídamente, perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.
Autor: Alfonsina Storni
jueves, 5 de febrero de 2009
Dolor
Etiquetas:
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